El parque sigue aquí, conmigo,
buscándote por tantos juegos
de infancias y gentiles fuegos
que el alma tiene por abrigo.
La risa fue el mejor testigo.
De abrazos nunca fuimos ciegos.
En dádiva dejé mis ruegos
para la luz de estar contigo.
En este parque de canciones,
donde aleteaban los gorriones,
queda el silencio del adiós.
Y mientras pinto tu silueta,
desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.