Olvidadas sean mareas que transportan palabras extraviadas,
olvidadas las melodías atrapadas en éter de aciago barlovento,
olvidada la refulgente voluntad de dominio celestial
en distante mirada de planto cristalizado.

Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.

Enaltecidamente hiriente sea el consuelo para un ente olvidado,
vacilante, errático, desamparado;
huérfano de aquel navío de abrazo obsequiado.

Ascuas de incesantes llamas
acabarán viendo sus gélidos pétalos marchitar;
y en tanto que burlada sea la intención de tal recuerdo,
tenues destellos deslumbrarán el malherido espejismo
de un alma que ruega un espacio en la inmensidad.