Vivo tan cerca de ti que no tengo
la certeza de haberte conocido.
Te propuse devorar la sal de las paredes
mientras que el otoño gritaba celoso tu nombre.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos…
y entre los surcos de tu frente
contemplo cómo el mar siempre devuelve
los cuerpos ahogados que tienen deudas con el amor.
La vida nos muerde de forma
implacable en cada herida abierta.
Pero antes de gritar tu adiós,
déjame cultivar en tus manos
las semillas del trigo y la memoria.