PERVERSO MAR
Esta soledad corrompe inexorablemente todos mis sentidos,
dejándome deambular cual vagabundo estas calles.
Con pasos ya gastados, a la deriva, perdidos.
Solo me mantiene erguido la brisa que llega del valle.

Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos,
cómo no estarlo, si un oscuro y perverso mar nos separa.
El silbo del barco dejó mi corazón en mil pedazos esparcidos.
Mientras aquí me quedé, sin el pañuelo que mis lágrimas reclaman.

Me dirijo, taciturno, adormilado, hacia la fuente de los suspiros.
Quizá mi inconsciente recuerda la primera vez que te besara.
Cierro los ojos sobre el tiempo mío, para dejar tan solo en el vacío,
el otro tiempo, el nuestro, que por tu infame partida, tan lejos hoy quedara.