Abandona el campo los grises
y preparan los cardos la salida
de espinas, una estrella escondida.
Por la tapia asoma el rosal amarrillo
y a corta distancia la blancura palpita
estambres rojizos del ciruelo añejo.
Abro un libro al azar y tu foto renace,
la creía perdida, pero estaba guardada,
¿o quizás fue un sueño?
Regresas, con el tiempo implacable,
la memoria sesgada, el caballo cansado,
la pluma de algún pájaro, ¡y la luna vacía!
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.