Desorbitadamente quieta
tiembla la blanca luna sobre dunas.

El viento arrastra perlas aristadas
de minúsculas partículas de arena,
quemando la piel tersa
del perdido pasajero del viento
que busca las respuestas del desierto,
generoso de oasis y espejismos.

Cuchillos de lacerante frío
penetran en el oscuro ropaje
del peregrino que no encuentra la luz;
está la noche entre los dos
dificultando el camino, aumentando las dudas,
impidiendo el encuentro.