Niña, soy una mujer con tristeza;
tu recuerdo se me pierde en la niebla.
Niña, hace tiempo que no te hablo,
y se me atora el diálogo desierto.
Crecimos, niña, y ya no me reconoces.
Despliega las cadenas
y siéntate en la mesa.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.
Déjame susurrarte, escucha:
la cerradura de la puerta
no es cerradura, solo atadura.
Sé libre, aun sin cordura.