Siglos
Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos.
Nada se mueve alrededor, el azúcar tu boca está allí,
provocadoramente expuesto…, ostentando lilas y morados…
Ni la briza que asalta por la madrugada, se anima a moverte un cabello

El reloj de la sala, nervioso, no parpadea,
la manta canela que te envuelve en el sillón, cubre el cielo, cubre el celo.
Un hondo aroma redunda, asciende, se sostiene en el aire y flota…
Ese, tu perfume de monte, tu atrapante fragancia…, por siglos en mí.