Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos…
La mesa tiembla bajo la fuerza de mi mirada,
y en su temblor busco tu presencia que ya no vuelve.
Tus ojos, negros como el crepúsculo que se apaga,
me recuerdan lo que fuimos antes de que el tiempo nos deshiciera.
Si alguna vez regresaras, antes del alba,
o si tu sombra se quedara, suave, entre mis dedos envejecidos,
no lo sé…
Esta noche se espesa como un suspiro detenido,
y el café se enfría, y con él, mis palabras,
dejando solo el vacío donde tu risa solía habitar.