Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos,
ensordecedor flota el silencio, encogiendo el corazón.
Separábanos el valle, pero la vista sola era ciega
pues muy a dentro se sabía al invasor tras su trinchera.
Tenue brillaba la luna, sobre nuestras cansadas cabezas,
notábase húmedo el aire, aun con rastros de hoja seca.
Sorprendiome entonces un hecho, que con la luna vislumbré:
un tercero, bien pertrechado, apuesto, corría a más no poder.
Noté una punzada en el pecho al conseguir entender,
que el enemigo aproximaba, se nos venía encima el infiel
Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos;
pero rota la paz, la guerra es silencio aterrador.