Quiero que sepas
que te escribo y sé que escribo
para que no me leas,
para que no me tengas atado a tus caderas,
para que no me alientes con el viento anochecido de tus muslos,
para que no me roces cual campana de placeres espontáneos,
para que no me absorbas en las palmas ambiciosas de tus ojos,
para que no me mudes a tus neuronas de exilios,
a los silos donde suceden los silencios.
Sino más bien, para que trotes sobre mis versos
todo ese cansancio
con las piernas taciturnas del olvido.