Te fuiste como el agua del río,
en busca de la paz del mar.
Te escribo y sé que escribo
para que no me leas.
Un día, en busca de la espuma
blanca del mar, sentí que aún
me lees y sé ¡madre!, que lees
para que aún te escriba.
Me resigno a olvidarte, te siento,
me diste la vida, la razón de ser.
¡Soy quien soy!, alma hecha viento.
Crezco cada día en el recuerdo,
ese farol que me ilumina a dentro;
nostalgia de mi espacio y tiempo.