Creí que olvidarte me llevaría
apenas una playlist de Sabina,
cuatro noches de whisky y nicotina,
un subidón de orgullo en una esquina.

Creí que para odiarte alcanzaría
un domingo de resaca y cafeína,
mentirme un poco, llorar la rutina,
arrancarme el aguijón y las espinas.

Pero acá me ves,
escribiéndote
un patético poema de amor,

mientras,
desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.