Lo que mató a mi mundo no fue «Amor»,
sino la quiebra y la infodemia,
que dejaron de mi ensueño un atroz derrotero al ego.
¡Qué malicia trae el ego! Nos llama al placer…
placer efímero, nunca amor sincero.
Sería un deleite volver a un jardín lejano en el tiempo,
donde, con un soplo, lo que es amar, me susurre el viento.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos…
me enseñas el saboreo, cómo la hierba abraza mis pies,
y cómo la luna nos evoca a dios.
Esta sinestesia que murió y tornó en lamento,
vuelve cuando el jardín me lleva a ti,
cuando el arte de amar es lo que siento.