Sé que no podré encontrarte
entre las calles ardientes, en los caminos helados,
junto a mi chimenea solitaria.
En mi sueño te levantas;
en él sonríes, y ruges, y lloras;
a mis pensamientos hablas para que hable,
en mis ojos brillas para que te pinte,
por mis dedos vibras para que cuente
cómo suena tu rostro en mi lectura.
Te escribo y sé que escribo
para que no me leas; por ti lo hace mi pluma,
y ya estoy contigo, escribiéndome;
y ya soy tú, leyéndote;
y ya eres yo, escuchándome.