Te escribo y sé que escribo,
para que no me leas,
ni en tus noches calladas,
ni en las lágrimas que velas.
Te escribo desde un silencio,
donde el alma se enreda,
con la voz que nunca grito,
y el eco que no llega,
pero en ti siempre queda.
Aquí, en mi lecho, nos vemos pronto.