Te escribo y sé que escribo para que no me leas.
En ese mar de expedientes judiciales por resolver,
en ese océano de nuevas amistades,
todas víctimas del naufragio postmoderno,
Sé que no lees ni mensajes, ni te recreas en el cine, cosa tan nuestra.
En ese nuevo teatro en el que te desenvuelves
como la mariposa que yo sólo conocía,
cuando aprendí a admirar la belleza de tu crisálida,
en el tiempo en que lavaba con delicadeza cada hebra de tu seda,
casi destilándolas, como el sacerdote de un rito antiguo.
Hoy sé que no queda de aquella liturgia ni la memoria.
Y no me queda otra salida que escribirte,
aunque queme mi alma en cada letra.