Salgo de la Tierra
encendiendo la ternura antes del olvido.
Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos
y ya no soplan los pliegues austeros de las sábanas.
Puedo ver las inocentes gotas de silencio
en cada ráfaga que apangó el incendio.
Elijo algunos abrazos,
y derramo el amanecer.