Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos,
y los besos de amor que no dimos, fue el oro guardado,
pues la antorcha que portó el atleta ilumina el silencio.
Cuánta inocencia rota bajo la luna,
cuántas palabras que no llegaron a decirse.
Ella bebía estrellas disueltas en sombra,
él jugaba al olvido con sonrisas prestadas.
Todo amor que arde deja un perfume triste,
una ceniza que el corazón no olvida.
La madre llora sin saber por qué,
y en la noche, el rumor del vacío todavía respira.