Porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo
de los llanos y los cafetales,
del canto del agua y el crujir
extasiado de los mares.

Te hice con mis propias manos con llagas,
las que dijiste que eran para ti nada.

Te hice del cristal de roca y de la bruma.
Del polvo volátil te transmuté en humano,
te di vientre, sonrisa y carne;
te di alma, nido y quise tocarte..
Te deshiciste de a poco en el silencio
pantanoso de mis invisibles dedos.