Seda sin hombro
El mantel conserva la hondura de tus manos,
como la cera recuerda el fuego que la volvió dócil.
El aire huele a naranja recién abierta,
a algo que fue compartido
y ahora rehúsa pronunciarse.
Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos…
Tan quieta que se oye a la sal caer sobre la mesa,
al polvo asentarse en el borde del vaso,
al hilo tenue de la seda buscar un hombro.
No es ausencia:
es la materia aprendiendo a olvidar.