Él mira el cielo con una paciencia aprendida,
Pareciera que en cada nube buscara un antiguo abrazo.
Cuenta que el amor lo sostuvo cuando todo se derrumbaba,
No duda que fue su oxígeno y su modo claro de sobrevivir.
Reivindica la bondad aunque no le fue enseñada,
Un gesto mínimo que ilumina su duro existir.
Desorbitadamente quieta
Está la noche entre los dos,
Y en medio de su relato, la noche se abre despacio.
No menciona a Dios, pero algo en su voz lo acerca.
Dice que no teme al final, ¿Qué podría asustar
A quien ha vivido con el corazón tan deshecho?
Mientras admirado lo escucho, advierto yo, adviertes tú
Que él entero, sin saberlo, es la más pura forma de luz.