Oh, dulce Virgen de castaños cabellos como el ron,
haces que recuerde la única profunda noche de pasión.
Donde me entregué en cuerpo y alma por amor,
toqué el cielo y el infierno como Bach en la cuerda de sol.
Alejandro sintió paz en un momento celestial e inspirador,
pero por mujeres y vino perdió su sueño, como Proverbios predicó.
Esta impura y abominable mancha de mí te alejó,
pues pensé que sería diferente nuestro reencuentro. ¡Qué dolor!
«¡Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos…!»
Pues solo me regalas una mirada de desprecio y desamor.
Suplico tu perdón, como un templario a Dios,
pues por soberbia y oro perdí una vida llena de ilusión.
¡Amada mía, rescátame de este Gólgota de dolor,
solo tú, ángel mío, harás que este pecador sea querido por el Creador!