Señor,
en este instante
de cenizas húmedas,
cautivo de infinitas ondas
en un reino de sombras,
doy fe de mi existencia
en un pliego del tiempo.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.
No espero milagro prometido
ni perdón.
Las piedras del camino
guardan el eco de mis pasos.