Tú partías de esta tierra mientras un otoño estéril
se injertaba, de golpe, entre mis huesos,
heredándome una estela de silencio, tu corazón enmudecido.

Nadie podrá rescatarme de este llanto que lloro, para no arder por tu ausencia.
Es tu sepulcro, un gélido invierno de mármol rosa:
me hago un tembloroso ovillo junto a ti
buscando tu fuego de vida, tu valentía.

Soy la triste mujer que viene a escuchar el susurro de su compañero:
desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos…
aromas de las flores cercanas flotan en un viento
como caricia tuya, como la noche.

Vives en la quietud y el silencio,
tu ausencia lo va llenando todo…