Te escribo y sé que escribo
para que no me leas, cierto.
Versos, poemas en riada,
afluyen, para ti en exceso.
Caudales de ilusión te ahogan;
brotan de manantial diverso,
ora serenos, ora con emoción,
antes de morir en tu seno.
Y buscan, en la desembocadura,
tu atención, no el desafecto,
ni el desdén con que resuelves
dejar tantas letras sin dueño:
como de Covadonga a Teruel,
tamaño es tu desprecio.