Amo y señor mundanal, al atardecer, entro al alcázar de Venus,
al amanecer salgo del lecho de Thais.
Parrandeo desde enero hasta el mes del olvido.
En los frívolos salones hablan las formas recreadas,
Una de las recreaciones tiene figura de dama, efecto de amor.
Resistencia a la credulidad: “hablan los cuerpos transformados.”
“¡Es el amor, es el amor!”
Es ardor corporal, es comunión sentimental…
Pasan los días, las caricias envejecen,
la rutina me ata al poste de la monotonía.
Me quito la camisa de fuerza, y vuelvo a mis andanzas.
Visito antros y salones, gozo del vino y del placer.
Retorno al hogar. Ella, olvido y perdón, me regala una cena romántica…
¿Aún me amas…? Pregunto. “Es la sabiduría de la vejez, amado”, responde.
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