Luego del estruendo
con sus relámpagos de muerte y polvo,
solo quedaron estas ruinas.

Y este silencio.

Es la pesadilla de vivir un cuadro de Rigalt
pero desprovisto de belleza.

El gemido de una madre buscando cómo nombrar la ausencia
rasga la quietud de los escombros.

Hablan las formas recreadas;
hablan los cuerpos transformados
en expolios,
en cenizas,
en recuerdos.

Y este silencio.