Enciendo la lámpara, cierras los ojos.
Te llamo culpa y solo eres lucidez.
No hablas, das vueltas dentro de mi pecho.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos,
como un vidrio oscuro que nada oculta.
Sobre la mesa, mis días mal doblados.
Tú los alisas sin juzgar.
Me estremezco al ver la letra verdadera.
Tu silencio pesa más que mi pasado.
Y, sin ti, no sabría quién soy.