Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos…
Ni los ruiseñores azules se animan a cantar,
ni las abejas se atreven a morir.
El silencio reposa en tus ojos insomnes,
y tú lo acunas como a un niño dormido.
Nada se mueve, pero todo ha cambiado.
Los recuerdos son otros, se camuflan en el tiempo;
como pájaros heridos hacen el nido en mi memoria
y luego sueñan hasta que vuelve a aclarar el día.
Te descubro lejana, entre mis versos imperfectos,
como la única estrella que se asoma en mi oscuridad.
Me apresuro a nombrarte, ¡a pedirte ese deseo imposible!
Es poético el ritual del olvido.