Entrañable
Puedo entender que, en cada momento, en la circunstancia menos esperada, repitieras esa frase en mis oídos: “Quiero irme antes que tú, porque no sabría vivir sin ti”
Te escribo y sé que escribo para que no me leas.
Después de mucho tiempo, amanezco en la otra mitad del mundo, mirando a través de una ventana, sintiendo el sonido de la lluvia al caer, con nuestro nido de amor deshecho en la lejanía burbujeante en mi más entrañable recuerdo.
No entendía cómo preferiste dejar de besarme antes de dejar de fumar un cigarro tras otro y, quise apagar mis lamentos, aceptando.
Tampoco entendía, ni me preguntaba por qué tomabas decisiones drásticas que nunca te importaron, con aquello de: “tranquila, ya lo haré”
Sí, comenzaste a cambiar, a rechazar mis caricias, a dejar de comer, huidizo, con despertares cansinos y sumido en el silencio. Te insistía en ir al médico.
_ ¡Tranquila, ya lo haré! _me decías mientras cambiabas tu mirada perdida entre la bruma, y tu voz se apagaba poco a poco sin un gemido.
Siempre me tuviste obnubilada, pero no sé, no me explico cómo pudiste manejar mis emociones para lograr con ello tu gran objetivo, al punto de, que después de un tiempo de perderte, te seguí esperando con la comida hecha y tu flan congelado, el que muchos años atrás, me dijiste que lo darían en las puertas del cielo.
Todo como luz divina para que yo lograra ver la lluvia caer a través de esta ventana en la otra mitad del mundo, en donde recibo el anhelado calor de nuestros emigrados retoños.
No estoy segura si pensaste en mí o en ti, pero confío como me enseñaste en cada instante con la mayor de las ternuras.
No creo en la magia, pero sí en el amor, en ese, donde te lo dan todo, hasta la vida en silencio sin pedir nada, para hacerte feliz.