Contemplar amistosas heridas que la rutinaria aventura me regala,
cicatrices con sabor a nostalgia que este vínculo me deja enumerar;
a este calendario que, en añoro y esperanza, me doctora;
a este calor que el invierno pasado me seguirá obsequiando mañana al despertar.
Vanagloriar ruinas del pasado que el futuro seguirá desvaneciendo cada día más;
víspera de la nostalgia en calendarios antiguos que el mañana solía idolatrar;
recordarme de mi adulto ficticio que soñaba con nunca abandonar a los que quedaron atrás.
Resplandece el despertador vestido de ilusión, villano del mañana: ¿futuro, qué son estas horas de llegar?
Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos…
Dadivosas estrellas gigantes que dejaron de ser fugaces,
agnóstico presente, perenne y ocasional regalo de Dios…