He buscado tu nombre entre los pliegues del aire
y solo hallé un temblor de oro en la distancia.
Tus huellas arden en los márgenes del sueño,
como quien parte sin partir del todo.
Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos…
la luna aún lleva tu voz en su ceniza y
mi alma, que se inclina hacia lo invisible,
te pronuncia sin sonido, entre el silencio y la luz,
aún tu sombra roza mi pensamiento,
como un hilo que une lo que nunca fue roto,
y en su tenue resplandor aun te vislumbro y te presiento.