Quepo entre dos vidrieras rotas,
disolviéndome entre sus bordados;
dos besos de sangre esculpidos,
espejo azogado de mirada triste.

Desnudez repentina del cruel amor
pinta mi piel sin tener arte;
cortinas que en llanto anuncian,
en la vida, mi última noche.

Hablan las formas recreadas,
hablan los cuerpos transformados,
hablan los muertos sin rostro;
me hablan rezagados a lo lejos,
susurrando elegías con mi nombre.