Apenas ayer yo era una niña inquieta,
que soñaba mirando la noche, la luna y las estrellas;
que de pronto una mañana cualquiera se despierta;
que ahora vive un mundo de cuitas, lamentos y querellas.

Hablan las formas recreadas,
hablan los cuerpos transformados,
en este reino de sombras y charadas,
y el sinsabor es estandarte obligado.

Cada día una batalla por la esperanza,
cada noche un lamento en la almohada.
En este mundo de espinas y bonanza,
la lucha del sinsabor y por la nada.

En la triste melodía, hay belleza y melancolía.
Cada herida y alegría, teje el poema de la vida, día a día.