Porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo,
porque construí la que no eras,
con ternura y desenfreno,
porque tomé tu mano,
y tomé tu cuerpo,
te hice amada mía
a la medida de mis sueños…

Aprendiste a leer mi ruego
y te supe dar consuelo,
¡Ho mujer de instinto tan funesto!,
de saber que dolería tanto
nunca te habría librado
de mi pasión en desvelo.