No sé si me recuerdas, o si es justo
que intente recordarte yo. El olvido
es un paño de polvo donde todos
quedamos malheridos.
Hoy, en esta pausa sin motivo,
cuando el silencio se sienta en la cama
y el aire duele un poco más que ayer,
vuelvo a nombrarte:
Desorbitadamente quieta
Está la noche entre los dos.
Nada nos salva de la grieta,
solo esta voz —tan torpe, tan herida—
que aprende a escribirte desde la ruina.