A la luz malherida de noviembre
arrastra el viento los últimos adioses
perfumados de blancos crisantemos.
Hablan las formas recreadas,
hablan los cuerpos transformados
tras el tiempo de la tierra y del olvido
y un espejo de agua se remansa
en las lápidas de piedra enmohecida.
Yo veo sus rostros tras el nombre
escrito en musgo de los muertos
y escucho la voz hueca de quijadas
que ruegan por sus almas a la noche.
Mis pasos les responden como un rezo
a la luz malherida de noviembre.