Te escribo y sé que escribo,
para que no me leas; estas
palabras serán quemadas
a medianoche, en tu ausencia.
Cenizas quedarán, el viento
se las llevará. Entonces, ¿qué pretendo?
¿Arrancar mi corazón y verterlo
en palabras, o descargar mi furia
y amargura ante tu indiferencia?
Escribir me roba los sueños,
y en las noches, a través de letras,
lloro sin tregua. Al amanecer
no habrá rastro, ni espero
que leas de ellas jamás.