La última luz del crepúsculo devorada por la noche ansiosa,
tuvo forma de lágrima, espejo de hojarascas :
loco el tilo solitario resistía , en aquella lejana calle de mi infancia.

Cuando el último gorrión lo dejó solo,
atroces las hachas le arrancaron el ser y algo,
imperceptible en su sigilo, abandonó mi alma.

Soy su voz ; donde estaba él, hay ahora un ogro de cemento,
que majestuoso decora , frívolo, la vida urbana.

Hablan las formas recreadas
Hablan los cuerpos transformados.

Huérfanos los pájaros, dibujaron sus quejas en el cielo,
en misteriosas errancias.

La noche se ha ido y con el alba encima,
no queda lugar para el poema , solo, para la nostalgia.