Te escribo y sé que escribo
para que no me leas,
quieto el reloj, mi virgencita fosforescente
como podré decirte
el deseo secreto del pecado,
perdiéndome en el río de tus labios,
anclada en tu piel, rompo el silencio con mi grito.
Sin argumento un gemido al viento.
Surcaba la ropa por la escalera, de mis medias rotas,
noto que me atas tan fuerte
que mis huesos crujen, que la piedras huelen
y la hierva es más, llévame a la deriva…
te escribo y sé que te escribo,
desgárrame y dame un te quiero sordo.