Todo ocurrió después del canto oscuro,
tras la caída lenta del abismo,
cuando tus manos tibias, de repente,
dejaron de encontrar la forma mía.

Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos
no cruza,
ni una palabra el frío que heredamos,
ni una señal el tacto que nos queda.

Y aunque dijimos sí con todo el cuerpo,
con todo el miedo, con los dientes juntos,
ahora el amor se cuelga de la ropa
como una sombra vieja, mal doblada.