Cuando amanece,
yo hundo la lengua en el sol
y tú muerdes, caníbal,
tus huesos y los míos,
están unidos por gruesas ramas.
Querría que me quisieses
y tú descansas la cabeza
en la cavidad de mis costillas,
tu pelo llora en mi costado.
Te escribo y sé que escribo,
para que no me leas…