¡Dejen que vaya por mi niño!,
gime la madre desgarrada.
“Su alma ya está en el purgatorio”,
hablan las formas recreadas.

Vayan por él, ¡se los imploro!
Tráiganlo aquí… aquí, a mis brazos.
“Tu hijo retoza en otro nido”,
hablan los cuerpos transformados.

¡Quiero arrancarme el corazón!,
y en su oquedad, crezcan abrojos.
¡Ved, mis pezones yacen mustios!

Vientre de hiel, sin su blasón;
llantos me acechan como lobos…
llantos de niños… ¡qué dolor!