Vago a deshora en la ciudad que me decapita,
mientras soy el náufrago que oriflama la paz
que no he tenido, el escaño mayor de otros cuerpos
que se pierden cuando hablan las formas recreadas,
hablan los cuerpos transformados, hablan los estandartes
por la escasa luz de estos sitios y las procesiones.
No puedo escapar del silencio ´que se atisba
donde escribo a favor de José García Nieto. Aquí,
una retahíla de rostros pasa en lo innombrable. Difícil
es la ciudad cuando se regresa y nada queda.
La tempestad es una puerta para el que no tiene nada,
y se lleva una mordedura de pan sin retenerla.
Duro es sentir que termina la vida, aunque la vida no termina.