Cuando el hombre creó la soledad
no tuvo tiempo para ubicarla
y sin pensar, optó por la indiferencia,
construyendo lugares para el olvido
donde hablan las formas recreadas,
y les puso el nombre de asilos
donde de noche en la penumbra
hablan los cuerpos transformados,
presos de un presente
deambulan consumiendo indiferencia,
adaptándose por inercias
a la sociedad que los descarta.