Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos,
y aquí las velas me recuerdan
que ya no estás alrededor.
O quizás si estás, pero ausente
como el recuerdo de este amor,
¡Ay! Que se muere, que se muere.
¡Que se me muere de dolor!
Está la noche aquí muy quieta,
desorbitada y de otros dos,
y yo pregunto a aquella estrella,
la que nos dio su bendición,
si allá contigo, en aquel cielo,
podremos amarnos tú y yo.