Si sólo sé que me adentro en el perfil de tus espejos
y no puedo arrancarte, luna, de la memoria
para qué escalar la vertiginosa inicial de tu nombre
o descender al valle de tu cuerpo glacial,
si al deshacer el lazo de esta carta enrevesada,
al olvidarme del sentido hiato de tu imagen
y caer a la nada rodando por tu curva resbaladiza,
no puedo acabar ni una sola sílaba.
Y entonces, cómo podré llamarte
si te escribo y sé que escribo
para que no me leas.