Ausencia de ti, corazón de niña;
organizo retazos de memoria
para armarme una colcha
que me abrigue, como tú lo hacías
con tus cálidos brazos.
Te hago cartas a las que adhiero
pétalos de pensamientos que marchitan.
“Te escribo y sé que escribo,
para que no me leas”.
Sin embargo, no dejaré de hacerlo,
algún día te entregaré en un cesto
mis líneas afligidas;
entonces me brindarás tu sonrisa.