– Quererla fue una droga tan nociva
– Que nunca pensé llegar a perder la cordura
– Siglos atrás terrenales nos dejo por su sonrisa destructiva
– Por contemplar sin mesura
– Esa mente persuasiva
– Que en mi restaura cada ranura
– Haciéndolo de una manera tan elusiva.

– Debí hacerle caso a mi conciencia aterrada
– Donde hablan las formas recreadas
– Y hablan los cuerpos transformados
– Por que a pesar de mi alma en mil añicos agrietada
– No hay nada que no diera por esos ojos de mirada refinada
– Que rebotan en mi tan elegantemente disciplinados
– Y hacen que me duela de una forma demacrada.